A
principios de julio de 1749, la redada diseñada para prender a un mismo tiempo todos los gitanos y gitanas de España para proceder a su expulsión (posteriormente se convertiría en un proyecto de exterminio biológico), ya se hallaba completamente diseñada. Si bien, en tan meticuloso plan se produjo un gran error: el olvido de numerosas poblaciones donde residían gitanos (toda Cataluña y poblaciones andaluzas como Cádiz, Málaga y Almería).
El 8 de julio
de 1749, el marqués de la Ensenada envió las instrucciones que debían cumplir
los tres intendentes de Marina, así como la relación de los lugares y destacamentos
militares designados para desarrollar la operación a las doce de la noche del
30 de julio de 1749.
Realizada esta primera Redada, los
gitanos almerienses, noticiosos de la prisión y del embargo de bienes que se
había realizado en otras partes, tuvieron tiempo de huir, o al menos de
desprenderse de sus pocas pertenencias. El corregidor de Almería, al no haber
recibido la orden de prisión, sólo pudo dar aviso a Ensenada de cómo “los
gitanos y gitanas de esta ciudad y su partido”, al tener conociendo lo que se
había “ejecutado con los demás del interior del reino”, habían “vendido a
ínfimos precios […] los pocos jumentos y otros animales que tenían”, por lo “que
a ninguno podrá encontrársele bienes de algún valor”, temiendo que llegada la
ocasión no se les hallaría “dineros ni otros bienes” para hacer frente a su
mantenimiento, por lo que el municipio acabaría viéndose obligado a “costear
los demás precisos gastos que se originaren”.
Segunda Orden de Prisión |
Recibida
la orden con casi tres semanas de retraso, el 23 de agosto, José de Diego y
Heras, corregidor de Almería contestaba a Ensenada cómo había dispuesto las
medidas necesarias para “la prisión, embargo y venta de bienes de todos los
gitanos y gitanas que habitan en esta ciudad y lugares de su jurisdicción y
partidos”, consistentes en el despacho de un “pliego cerrado para las justicias
con la prevención de guardar sigilo hasta la noche del miércoles -27 de agosto-,
en que siguiendo ya todas, sabedoras se ejecutasen las prisiones y demás
diligencias a una misma hora”.
El
secretismo con que se actuó fue tan efectivo que se logró “la prisión de todos
sin excepción de alguno”. Separados los hombres y niños mayores de siete de
años de las mujeres y niños menores de esa edad, fueron encaminados hacia la
alcazaba de Almería, en donde se fueron concentrando el resto de las víctimas
de las redadas efectuadas en los pueblos pertenecientes al corregimiento
almeriense. Hasta el 30 de agosto, el recinto de la alcazaba albergó a:
“189
gitanos, hombres, niños y mujeres, los 79 aprisionados en esta ciudad, y los
demás que se han conducido por los lugares de Alhabia, Terque, Sorbas, Santa
Cruz, Alboloduy, Lubrín y Níjar; y faltando todavía los que había preso en los
otros pueblos de esta comprensión”.
Patio de armas de la alcazaba. En primer plano, pozo de bajada a los calabozos |
Aun
el 6 de septiembre de 1749, los gitanos y gitanas aprehendidos se hallaban
recluidos en la alcazaba, por lo que el corregidor debió dirigirse nuevamente a
Ensenada a fin de que le comunicara “a donde remitir estos gitanos, el modo y
forma, su conducción y el cuanto se consigna cada uno, regulados por familias o
edad”. Finalmente, en 16 de ese mes, el ministro le contestó:
“que
todos los que se hubiesen juntado y concurran ahí deben remitirse a Granada a
disposición de su corregidor en la división que convenga y puedan asegurarse
con la tropa de infantería y caballería de esa guarnición, costa y milicias que
se pudiere destacar a este servicio, y cuyos comandantes manda el rey la
franqueen en vista de esta orden”.
Autorizado
el traslado, la Santa Hermandad se encargó de ello, librando el ayuntamiento de
Almería los gastos correspondientes. Y de esta forma, los gitanos y las gitanas presos fueron instalados en la Alhambra junto a las demás víctimas capturadas
en el reino granadino. Los hombres en la alcazaba y las mujeres con los niños pequeños en el patio de Carlos V. Desde allí pasarían a las atarazanas malagueñas, desde
donde se enviarían los hombres y niños mayores de siete años al arsenal de La
Carraca en Cádiz y posteriormente al de La Graña en El Ferrol, en cuyo trayecto
perecerían muchos de ellos; en tanto las mujeres, debieron sufrir un largo
periplo a través de diferentes lugares del casco urbano malagueño y de su
alcazaba, hasta ser transportadas en barco en 1752 hasta Tortosa y ser
recluidas en la casa de Misericordia de Zaragoza, donde se destacaron por sus
continuas manifestaciones de rebeldía ante su injusta prisión.
La
tragedia vivida por estos gitanos almerienses merece una reparación histórica a
todos los niveles. En este sentido, el autor de estas líneas, con el apoyo de
la Federación de Asociaciones Gitanas de Almería, tiene solicitado al ayuntamiento almeriense desde
diciembre del pasado año, la imposición del nombre
de Indalecio Santiago (en representación de las víctimas de la redada), a uno de
los espacios públicos de la ciudad de Almería, sin que hasta el momento se haya
resuelto cosa alguna sobre al respecto.
Artículo en prensa almeriense: http://www.gitanos.org/upload/50/85/cul_redada.PDF?utm_source=Gitanos%20en%20la%20Prensa&utm_medium=Bolet%EDn&utm_campaign=Gitanos%20en%20la%20Prensa.%20Agosto%202017&_uid=98874
Artículo en prensa almeriense: http://www.gitanos.org/upload/50/85/cul_redada.PDF?utm_source=Gitanos%20en%20la%20Prensa&utm_medium=Bolet%EDn&utm_campaign=Gitanos%20en%20la%20Prensa.%20Agosto%202017&_uid=98874
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