Rosa Cortés nació en
Vélez Rubio (Almería), aproximadamente por el año 1726. Contaba por tanto unos
23 años de edad cuando fue capturada con ocasión de la redada de 1749. Estaba casada por entonces con Ginés
Fernández, a quien por las directrices del marqués de la Ensenada se le destinó
al arsenal de La Carraca, siendo probablemente uno de los dos centenares de
gitanos, que en enero de 1752 fallecieron en el trayecto entre aquel arsenal y
el de El Ferrol (La Coruña), ya que al año siguiente, Rosa declaró que se
hallaba ya viuda.
Su calvario comenzó
nada más ser trasladada desde su pueblo hasta Almería, donde quedó recluida en
la alcazaba de Almería. Una vez reunidas las mujeres y niños menores de siete
años de toda la jurisdicción de esta ciudad, fue enviada a Málaga por haber dispuesto Ensenada crear en
ella, lo que denominó “depósito” de mujeres, un lugar de concentración en el
que debían esperar las gitanas a que se les diera un destino definitivo.
Durante dos largos
años y medio, Rosa y sus compañeras de cautiverio fueron pasando por diferentes
puntos de Málaga, todos ellos inadecuados para concentrar a más del millar de
personas que llegó a albergar, ni la alcazaba ni los barrios como El Perchel, pudieron
asegurar una estancia cómoda, como tampoco una seguridad que evitara sus
continuos intentos de fuga. Finalmente, ante las quejas del intendente y del ayuntamiento
malacitano, el ministro acabó disponiendo el 8 de julio de 1752, el traslado de
todas las mujeres que aún se hallaban en los depósitos de Palencia y Málaga, a
la Casa de Misericordia de Zaragoza, en donde les aguardaban otros dos
centenares de mujeres y niños (se hallaban en ella desde primero de mayo de ese
año).
Dada la orden de
embarcar a las 553 mujeres que subsistían en Málaga, el 18 de agosto, comenzó
la singladura sobre tres buques en dirección a los Alfaques de Tortosa, a donde
arribaron los días 22 y 23 de ese mes, y en donde hubieron de esperar la
llegada de la tropa que debía custodiarlas en su camino a la capital aragonesa.
El 7 de septiembre se emprendió el camino remontando el río Ebro hasta el Salto
de Cherta, desde el cual prosiguieron la marcha a pie y en carretas hasta Zaragoza.
Nada más llegar el 13
de septiembre a la Casa de Misericordia, las mujeres dieron muestra de su
resolución y se negaron a entrar en ella, reclamando permanecer en el patio. A
esta muestra de rebeldía le sucederían otras muchas dentro de una estrategia de
resistencia, por la que se pretendía hacer costosa e insoportable su
permanencia, tanto para los regidores como para las arcas del Estado.
Los actos de sabotaje
a la infraestructura de la Casa e intentos de fuga, al margen de los destrozos deliberados
en ropa, vajilla y mobiliario, fueron frecuentes. Uno de ellos, en el que más
de medio centenar de mujeres logró evadirse la noche del 12 de enero de 1753
(casi todas fueron capturas al poco tiempo), tuvo a Rosa Cortés como cabecilla
de la intentona. Su plan era sencillo, abrir un boquete en la pared de la sala
que servía como dormitorio y que daba a la calle, lo suficientemente grande
como para poder traspasarlo. Con toda la paciencia del mundo, durante las
noches, cuando todos estaban durmiendo, apartaba el jergón sobre el que se acostaba
y con sólo un clavo y agua, tal como ella misma declaró una vez que fue
apresada:
“pudo haber y arrancar (los clavos) de unos maderos, y
para hacerlo con más facilidad y brevedad, echaba agua en la pared, que es de
tapia, y con esto se ablandaba la tierra y pudo hacer más prontamente dicho
agujero y quebranto”
Aunque
quiso asumir la responsabilidad de la acción, para que no fueran castigadas las
demás mujeres, delató a tres compañeras que los regidores de la institución
benéfica consideraban mujeres de confianza, las que entre otros cometidos
cumplían tareas como las de hacer compras y recados en la ciudad, pero sobre
todo, la de ejercer de celadoras “sobre las otras e hiciesen la
visita de ella por la noche, antes de recogerse a dormir. Un
cometido por el que las demás mujeres debieron tomarles cierta inquina.
Posiblemente, detestadas por ello, Rosa las incriminó afirmando que las tres “fueron
conscientes y cómplices” en la fuga.
Acto en el que se presentará la Plataforma |
Esta
es la última noticia que tenemos de Rosa Cortés. A partir del 31 de marzo de
1753 nada volvemos a saber de ella, pues no figura como actora en incidentes
posteriores ni en ninguna de las licencias de libertad concedidas desde 1754.
Caída en el olvido como el resto de sus compañeras de cautiverio, su nombre e
historia han sido rescatados; y tomándola como representante de todas las
víctimas del Proyecto de Exterminio emprendido entre 1749 y 1765, se ha
constituido la “Plataforma Rosa Cortés” con la que reivindicar la necesaria y
urgente reparación histórica del Pueblo Gitano.
M.
Martínez
Para
mayor información sobre los hechos históricos que vivió Rosa Cortés, ver: https://recyt.fecyt.es/index.php/Hyp/article/view/59925/41328