Indalecio Santiago (posiblemente
uno de los pocos gitanos que portaría el nombre del santo patrón almeriense),
hijo de Miguel y María, fue una de las 87 personas gitanas capturadas el 27 de
agosto de 1749 en la ciudad y jurisdicción de Almería, en cumplimiento de la
orden real de julio antecedente. En total, alrededor de nueve mil miembros de
la comunidad gitana fueron arrestados en todo el territorio español, con la
finalidad de proceder a la desaparición de la etnia gitana en España.
Indalecio contaba solo 13 años en el momento en que
fue preso y enviado a la alcazaba de Almería. Desde allí fue enviado a su
homónima en la Alhambra de Granada, para posteriormente, vía Málaga, ser
destinado al arsenal de La Carraca para realizar trabajos forzados en una de
sus maestranzas.
Atendiendo a las súplicas de los gitanos encerrados
en diferentes partes de la península y al replanteamiento del proyecto por el
Consejo de Castilla, el rey decidió conceder un indulto parcial en octubre del
mismo año a aquellos que pudieran demostrar sus buenas costumbres y comportamiento.
Liberado, volvió a Almería, donde residió ejercitándose, entre otras actividades, como canastero, ocupación que sin embargo le reportaría también problemas.
El 8 de abril de 1763 fue remitido a la ciudad de
Almería tras ser detenido en las cercanías de Pechina por el alcalde de esa
localidad. Posiblemente originario del lugar de Rioja, donde fue bautizado,
llevaba siendo vecino de Almería hacía muchos años. Manifestó ser jornalero y
trabajador “en lo que le sale”,
expresión que manifiesta su eventualidad y la imposibilidad de mantenerse con
una sola ocupación.
El delito de Indalecio consistió en salir de la
ciudad de Almería sin la licencia que los gitanos estaban obligados a solicitar
a las respectivas justicias; bien porque se arriesgara a salir sin ella por ser
cercano el lugar a donde se dirigía, bien porque como confesó “que hasta de presente ha ignorado
semejantes órdenes, pues a saberlo no hubiera sacado una licencia, si dos”,
ya que “como otras veces, ha hecho viajes
al río sin licencia, y también otros castellanos nuevos no le han dicho cosa
alguna”, por lo que “había tenido por
cierto no ser necesaria dicha licencia, que no llevo por ser razón dicha”.
La razón de tal salida se debió a la necesidad de ejercer
una de las actividades complementarias más características del gitano: la de
canastero, para la que necesitaba mimbre, motivo por el que pasó a “Pechina a buscar unas varas para hacer unas
canastas por cuanto en esta ciudad no las hay”.
Procesado, las declaraciones de los testigos resultaron
decisivas, pues manifiestaron las grandes cualidades de Indalecio. Por un lado,
Antonio Carrillo expresó que “le ha
conocido obediente a todos y a su madre, trabajador a cuanto le sale, y con el
testigo siendo como es labrador todos los años, lo ha ocupado en segar, en lo
que ha cumplido fiel y legalmente”. Otro testigo: Pedro Ribera añadió que
Indalecio “era empleado en su trabajo de
jornalero y en todo lo demás que le sale, y segando a su debido tiempo, sin
estar mal entretenido y bien querido en el pueblo, obediente a todos y (...) a
su madre”. El deponente restante, Miguel Ventaja, vino a confirmar todo lo
expresado por los otros dos testigos, añadiendo solamente que: “es hombre de bien sin haber dado nota, y
escándalo en esta ciudad de donde es vecino, ni menos haber cometido infamia
alguna”.
El entonces alcalde mayor de Almería, don José Teodosio
Delgado y Montero, emitió en consecuencia el 9 de abril de ese año, un auto de
libertad dada la “buena aplicación de
Indalecio Santiago al trabajo, y ser de las costumbres que exhibía y de buena
inclinación. Además, se lleva el haber ignorado ser preciso sacar licencia para
pasar a los lugares de esta jurisdicción, y más que ver con bono su madre”.
Por todo lo cual mandaba “se le suelte de
la prisión”, limitándose a apercibirlo, para que “en lo sucesivo no vuelva a salir de esta ciudad para sus lugares ni
otras partes sin el requisito de licencia de esta Real Justicia, observando las
Reales Órdenes de su Majestad; pena de cuatro años de presidio. Y conforme en
su aplicación y trabajo, sin hacerlo contra la pena
de lo referido”..
Años más tarde volvemos a tener noticia de Indalecio
con ocasión del repartimiento de única contribución de 1771, figurando como el
tercer mayor impositor de los vecinos gitanos almerienses, superando incluso la
media de todos los contribuyentes.
Familia haciendo cestas de mimbre |
Alcazaba de la Alhambra. Al fondo palacio de Carlos V, lugar de encierro de las mujeres gitanas |
MARTÍNEZ
MARTÍNEZ, Manuel. La Minoría Gitana de la Provincia de Almería durante la
Crisis del Antiguo Régimen (1750-1811). Almería, 1998.
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